Utilitarismo
El utilitarismo es la idea de que el valor moral de una acción se determina únicamente por su contribución a la utilidad global en la maximización de la felicidad o el placer como suma entre todas las personas. Por tanto, lo importante es la utilidad total de los individuos, la mayor felicidad para el mayor número de personas. La utilidad, que da nombre a la doctrina, es una medida en economía de la satisfacción relativa o la conveniencia del consumo de bienes. El utilitarismo puede describirse, pues, como un enfoque cuantitativo y reduccionista de la ética.
El utilitarismo parte de la base de que el placer y la felicidad son intrínsecamente valiosos, que el dolor y el sufrimiento son intrínsecamente disvaliosos, y que cualquier otra cosa sólo tiene valor en cuanto a que causa felicidad o evita el sufrimiento (es decir, es «instrumental», o como medio para un fin). Este enfoque en la felicidad o el placer como fin último de las decisiones morales, lo convierte en un tipo de hedonismo (y a veces se conoce como utilitarismo hedonista).
Los utilitaristas apoyan la igualdad mediante la consideración equitativa de los intereses, y rechazan cualquier distinción arbitraria sobre quién es digno de preocupación y quién no, y cualquier discriminación entre individuos. Sin embargo, acepta la idea de la utilidad marginal decreciente, que reconoce que una misma cosa favorece los intereses de un individuo acomodado en menor grado que los de un individuo menos acomodado.
Es una forma de consecuencialismo (en el sentido de que el valor moral de una acción se determina por su resultado o consecuencia -el fin justifica los medios-), en contraposición a la deontología (que no tiene en cuenta las consecuencias de realizar un acto, a la hora de determinar su valor moral), y a la ética de la virtud (que se centra en el carácter, más que en las reglas o las consecuencias).
Índice de contenido
Historia del utilitarismo
Los orígenes del utilitarismo suelen remontarse al epicureísmo de los seguidores del filósofo griego Epicuro. Se puede argumentar que David Hume y Edmund Burke fueron proto-utilitaristas.
Pero como escuela de pensamiento específica, se atribuye generalmente al filósofo inglés Jeremy Bentham. Bentham consideró que el dolor y el placer eran los únicos valores intrínsecos del mundo, y de ahí derivó la regla de la utilidad: que el bien es lo que proporciona la mayor felicidad al mayor número de personas. Sin embargo, el propio Bentham atribuyó los orígenes de la teoría a Joseph Priestley (1733 – 1804), científico inglés, teólogo y fundador del unitarismo en Inglaterra.
El principal defensor de Bentham fue James Mill (1773 – 1836) y su hijo John Stuart Mill, que fue educado desde joven según los principios de Bentham. En su famosa obra corta de 1861, «Utilitarismo», John Stuart Mill dio nombre al movimiento y refinó los principios originales de Bentham. Mill sostenía que los placeres culturales, intelectuales y espirituales tienen más valor que el mero placer físico, tal y como lo valora un juez competente (que, según Mill, es cualquiera que haya experimentado tanto los placeres inferiores como los superiores).
En su ensayo «Sobre la libertad» y en otras obras, Mill argumentó que el utilitarismo requiere que cualquier acuerdo político satisfaga el principio de libertad (o principio del daño), según el cual el único propósito por el que se puede ejercer legítimamente el poder sobre cualquier miembro de una comunidad civilizada en contra de su voluntad, es el de evitar el daño a los demás, una piedra angular de los principios del liberalismo y el libertarismo. Algunos filósofos marxistas también han utilizado estos principios como argumentos para el socialismo.
El utilitarismo clásico de Bentham y Mill influyó en muchos otros filósofos morales y en el desarrollo de muchos tipos diferentes de consecuencialismo.
Críticas al utilitarismo
Se ha argumentado que medir y comparar la felicidad entre diferentes personas es imposible, no sólo en la práctica, sino incluso en principio. Los defensores argumentan que el mismo problema se supera con éxito en la vida cotidiana, y que las estimaciones aproximadas suelen ser suficientes.
Otro dilema del utilitarismo es que el placer de un sádico debería tener la misma importancia que el de un altruista, aunque sus defensores han rebatido que los sádicos son relativamente pocos y, por tanto, su influencia efectiva sería mínima, y que el daño sufrido por otros contrarrestaría cualquier placer registrado por el sádico. Además, el placer del sádico es superficial y temporal, por lo que es perjudicial para su bienestar a largo plazo.
Otro argumento es que a veces se necesita mucho tiempo para sopesar todas las pruebas y llegar a una conclusión definitiva sobre los costes y beneficios relativos de una acción. Los utilitaristas admiten que a veces es imposible conocer con certeza las consecuencias, pero argumentan que las mejores estimaciones de las consecuencias o las predicciones basadas en el pasado suelen ser suficientes.
Un argumento muy específico contra el utilitarismo se ha presentado sobre la base de que el determinismo es verdadero o falso: si es verdadero, entonces no tenemos ninguna opción real sobre nuestras acciones; si es falso, entonces las consecuencias de nuestras acciones son impredecibles, entre otras cosas porque dependerán de las acciones de otros que no podemos predecir.
El utilitarismo ha sido criticado por fijarse sólo en los resultados de las acciones, y no en los deseos o intenciones que las motivan, que muchos consideran también importantes. Así, una acción destinada a causar un daño pero que inadvertidamente provoca resultados buenos se juzgaría igual que el resultado de una acción realizada con buenas intenciones.
Los utilitaristas pueden argumentar que la justificación de la esclavitud, la tortura o los asesinatos en masa requeriría unos beneficios irrealmente grandes para compensar el sufrimiento directo y extremo de las víctimas, además de tener en cuenta el impacto indirecto de la aceptación social de las políticas inhumanas (por ejemplo, la ansiedad y el miedo generales podrían aumentar para todos si los derechos humanos son comúnmente ignorados).
Otros críticos han hecho objeciones a lo siguiente: la dicotomía de lo correcto y lo incorrecto implícita en el utilitarismo, por la que un acto «bueno» (por ejemplo, una donación benéfica) puede ser tachado de acción incorrecta (por ejemplo El utilitarismo no tiene en cuenta el hecho de que la naturaleza humana es dinámica y cambiante, por lo que el concepto de una utilidad única para todos los seres humanos es unidimensional y no es útil; los utilitaristas no tienen ninguna justificación última para valorar principalmente el placer, aparte de la tautológica de que «así es como debe ser».
Algunos consecuencialistas consideran que, aunque la felicidad es una consecuencia importante, también deben valorarse y tenerse en cuenta otras consecuencias como la justicia o la igualdad, independientemente de que aumenten o no la felicidad.
Tipos de utilitarismo
- El utilitarismo de acto (o utilitarismo de caso) afirma que, cuando nos enfrentamos a una elección, debemos considerar primero las consecuencias probables de las acciones potenciales en ese caso particular y, a partir de ahí, elegir hacer lo que creemos que generará la mayor felicidad general. Los utilitaristas de acto pueden seguir ciertas reglas empíricas (heurísticas) para ahorrar tiempo o costes aunque, si las consecuencias pueden calcularse de forma relativamente clara, exacta y sencilla, entonces dichas reglas empíricas pueden ignorarse y la elección puede tratarse caso por caso.
- El utilitarismo de las reglas afirma que, ante una elección, debemos examinar las posibles reglas de acción para determinar si la regla generalizada produce más felicidad que en caso contrario, si se siguiera constantemente. Así, una acción sólo debe llevarse a cabo si sigue una regla que moralmente debería seguirse en todo momento. Los utilitaristas de la regla pueden estar de acuerdo en que hay algunas reglas generales de excepción que permiten romper otras reglas si esto aumenta la felicidad (por ejemplo, la excepción de la autodefensa para superar la regla general de nunca matar a un humano), aunque los críticos argumentan que esto lógicamente sólo se reduce al utilitarismo de acto.
- El Utilitarismo de Dos Niveles afirma que normalmente deberíamos utilizar el pensamiento moral «intuitivo», en forma de Utilitarismo de Regla, porque suele maximizar la felicidad. Sin embargo, hay algunos momentos en los que debemos ascender a un nivel de reflexión «crítico» más alto para decidir qué hacer, y debemos pensar como lo haría un utilitarista de acto. Este método se basa en la opinión de que, aunque el utilitarismo de acto puede ser preferible en teoría, normalmente es demasiado difícil predecir perfectamente las consecuencias, por lo que necesitamos directrices o reglas morales en el día a día.
- El Utilitarismo Motivo afirma que nuestra tarea moral inicial consiste en inculcarnos motivos (mediante la enseñanza y la repetición) que sean útiles en general en todo el espectro de situaciones reales con las que probablemente nos encontremos, en lugar de ejemplos hipotéticos que probablemente no se produzcan. Puede considerarse un híbrido entre el Utilitarismo de los Actos y el de las Reglas, pero también intenta tener en cuenta el funcionamiento psicológico del ser humano.
- El utilitarismo total aboga por medir la utilidad de una población basándose en la utilidad total de sus miembros. Sin embargo, se ha argumentado que esto lleva a una «conclusión repugnante», en la que se considera preferible una población enorme cuyas vidas individuales apenas merecen ser vividas a una población más pequeña con buenas vidas.
- El utilitarismo medio aboga por medir la utilidad de una población en función de la utilidad media de esa población. El inconveniente en este caso se conoce como la «paradoja de la mera adición», en la que traer a una persona moderadamente feliz en un mundo muy feliz se vería como un acto inmoral, o la implicación lógica de que sería un bien moral eliminar a todas las personas cuya felicidad está por debajo de la media, ya que esto elevaría la felicidad media.
- El Utilitarismo Negativo requiere que promovamos la menor cantidad de mal o daño, o que evitemos la mayor cantidad de sufrimiento, para el mayor número (en oposición a la regla general, o positiva, utilitarista de la mayor cantidad de bien para el mayor número). La justificación del utilitarismo negativo es que los mayores daños son más importantes que los mayores bienes y, por tanto, deberían tener más influencia en la toma de decisiones morales. Los críticos han argumentado que el objetivo final del Utilitarismo Negativo sería, por tanto, lógicamente, engendrar el método más rápido y menos doloroso para matar a toda la humanidad, ya que esto minimizaría efectivamente el sufrimiento, aunque los defensores más moderados obviamente no propondrían eso.
- El Utilitarismo Sentimental afirma que el bienestar de todos los seres sintientes (es decir, los seres conscientes que sienten dolor, incluyendo, por tanto, algunos animales no humanos) merece la misma consideración que la de los seres humanos, a la hora de tomar decisiones morales en un contexto utilitarista.
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