Eudaimonismo

Doctrinas filosoficas de la Etica Eudaimonismo

El eudaimonismo (o eudaemonismo o eudaimonía) es una filosofía moral que define la acción correcta como aquella que conduce al «bienestar» del individuo, considerando así que el «bienestar» tiene un valor esencial. Forma parte del sistema de la Ética de las Virtudes propuesto por los antiguos filósofos griegos, en el que una vida de práctica de las virtudes («arête») en las actividades cotidianas, sujeta al ejercicio de la sabiduría práctica («phronesis») para resolver los conflictos o dilemas que puedan surgir, permitirá al individuo prosperar y vivir la buena vida («eudaimonia»).

El término «eudaimonia» es una palabra griega clásica, que se traduce comúnmente como «felicidad», pero que quizás se describa mejor como «bienestar» o «florecimiento humano» o «buena vida». Más literalmente significa «tener un buen espíritu guardián». La eudaimonía como meta final es un estado objetivo, no subjetivo, y caracteriza la vida bien vivida, independientemente del estado emocional de la persona que la experimenta.

En términos más generales, el eudaimonismo puede considerarse como cualquier teoría que sitúe la felicidad personal y la vida completa del individuo en el centro de la preocupación ética. Por lo tanto, puede asociarse con el individualismo y el egoísmo éticos.

Historia del eudaimonismo

El concepto se materializó en la «Ética a Nicómaco» de Aristóteles, que data del siglo IV a.C., aunque los pensadores anteriores, Demócrito, Sócrates y Platón, describieron una idea muy similar. Sócrates, representado en los primeros diálogos de Platón, sostenía que la virtud es una especie de conocimiento (el conocimiento del bien y del mal) que se requiere para alcanzar el bien supremo, o eudaimonia, que es lo que todos los deseos y acciones humanas pretenden conseguir.

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Platón observó que incluso las personas «malas» se sienten culpables por hacer algo que es claramente incorrecto y, aunque no haya miedo al castigo, hacer lo que es incorrecto simplemente hace que la gente se sienta miserable. Afinó aún más la idea de la eudaimonía, afirmando que la parte racional del alma o mente debe gobernar las partes espirituales, emocionales y apetitivas para conducir todos los deseos y acciones a la eudaimonía, cuyo principal constituyente es la virtud.

Según Aristóteles, la eudaimonía está constituida, no por el honor, la riqueza o el poder, sino por la actividad racional de acuerdo con la virtud a lo largo de una vida completa, lo que hoy podría describirse como autorrealización productiva. Esta actividad racional, según Aristóteles, debería manifestarse como honestidad, orgullo, amabilidad, ingenio, racionalidad en el juicio; amistades mutuamente beneficiosas y conocimiento científico.

Epicuro (y los posteriores hedonistas) estaba de acuerdo con Aristóteles en que la felicidad, o eudaimonia, es el bien supremo, pero lo identificaba con el placer, basándose en que el placer es lo único que la gente valora por sí mismo, y que su presencia o ausencia es algo inmediatamente evidente para todos. También señaló que puede ser necesario renunciar al placer a corto plazo si eso conduce en última instancia a un mayor placer a largo plazo.

Los estoicos también creían hasta cierto punto que la eudaimonia era el bien supremo, aunque para ellos la virtud y el bienestar consisten en vivir de acuerdo con la Naturaleza y, aunque la virtud perfecta sea realmente inalcanzable, lo menos que podemos hacer es actuar «adecuadamente», con la esperanza de acercarnos o aproximarnos a la eudaimonia.

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San Agustín de Hipona adoptó más tarde el concepto como «beatitudo», y Santo Tomás de Aquino lo plasmó en un esquema ético cristiano, en el que la eudaimonia se encuentra en última instancia en una percepción directa de Dios, o en la completa beatitud.

Immanuel Kant fue un importante opositor al eudaimonismo. Rechazó la opinión de que la felicidad es el bien supremo, e insistió en que la felicidad puede ser un ingrediente del bien supremo, pero sólo si es merecida. Más tarde, el existencialismo rechazó el eudaimonismo por considerar que la felicidad es sólo una fantasía burguesa.

Pedro Leonardo Caldera Vaca
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