Empirismo británico

Empirismo britanico

El empirismo británico es un movimiento filosófico práctico que surgió, sobre todo en Gran Bretaña, durante el Siglo de la Razón y el Siglo de las Luces de los siglos XVII y XVIII. Las principales figuras de este movimiento fueron John Locke, George Berkeley y David Hume.

El empirismo es la idea de que el origen de todo conocimiento es la experiencia de los sentidos. Destaca el papel de la experiencia y la evidencia, especialmente la percepción sensorial, en la formación de las ideas, al tiempo que descarta la noción de ideas innatas, y sostiene que el único conocimiento que los humanos pueden tener es a posteriori (es decir, basado en la experiencia). Se basa en la inducción o el razonamiento inductivo (hacer generalizaciones basadas en casos individuales) para construir un cuerpo de conocimiento más complejo a partir de estas observaciones directas. La ciencia moderna, y el método científico, se consideran metodológicamente empíricos por naturaleza, ya que se basan en una metodología inductiva para la investigación científica. Véase la sección sobre la doctrina del empirismo para más detalles.

El empirismo suele contraponerse al racionalismo (que sostiene que la mente puede aprehender algunas verdades directamente, sin requerir el medio de los sentidos), que se impuso en la Europa continental más o menos al mismo tiempo, con la obra de Descartes, Leibniz y Spinoza, entre otros. Locke, Berkeley y Hume defendieron enérgicamente el empirismo frente a estos racionalistas.

El concepto de «tabula rasa» fue desarrollado ya en el siglo XI por el filósofo persa Avicena, quien argumentó que el conocimiento se alcanza a través de la familiaridad empírica con los objetos de este mundo, a partir de la cual se abstraen los conceptos universales, que luego pueden desarrollarse a través de un método silogístico de razonamiento. Sir Francis Bacon puede considerarse uno de los primeros empiristas británicos, por su popularización de una metodología inductiva para la investigación científica, que desde entonces se conoce como método científico.

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Sin embargo, la primera formulación explícita del empirismo fue la del filósofo británico John Locke a finales del siglo XVII. En su «Ensayo sobre el entendimiento humano», de 1690, Locke sostenía que la mente es una tabula rasa en la que las experiencias dejan su huella y, por tanto, negaba que los seres humanos tuvieran ideas innatas o que se pudiera conocer algo sin referencia a la experiencia. Sin embargo, también sostenía que se podía llegar a algunos conocimientos (por ejemplo, el conocimiento de la existencia de Dios) sólo mediante la intuición y el razonamiento.

El filósofo irlandés George Berkeley, preocupado por el hecho de que el punto de vista de Locke abriera una puerta que pudiera conducir al ateísmo, propuso en su «Tratado sobre los principios del conocimiento humano» de 1710 una forma diferente y muy extrema de empirismo en la que las cosas sólo existen como resultado de su percepción, o en virtud del hecho de que son una entidad que hace la percepción. Sostenía que la existencia continuada de las cosas es el resultado de la percepción de Dios, independientemente de que haya o no seres humanos alrededor, y que cualquier orden que los seres humanos puedan ver en la naturaleza es efectivamente sólo la letra de Dios.

El filósofo escocés David Hume sostenía que todo el conocimiento humano puede dividirse en dos categorías: relaciones de ideas (por ejemplo, proposiciones matemáticas y lógicas) y cuestiones de hecho (por ejemplo, proposiciones que implican alguna observación contingente del mundo, como «el sol sale por el Este»), y que las ideas se derivan de nuestras «impresiones» o sensaciones. Frente a esto, argumentó que incluso las creencias más básicas sobre el mundo natural, o incluso sobre la existencia del ser, no pueden ser establecidas de forma concluyente por la razón, pero las aceptamos de todos modos debido a su base en el instinto y la costumbre. El empirismo de Hume roza, pues, el escepticismo. John Stuart Mill llevó este razonamiento un paso más allá a mediados del siglo XIX al sostener que el razonamiento inductivo es necesario para todo conocimiento significativo (incluidas las matemáticas), y que la materia no es más que la «posibilidad permanente de la sensación», como él decía.

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A finales del siglo XIX y principios del XX, los desarrollos derivados del empirismo británico también dieron lugar a varios movimientos importantes, como el pragmatismo, el positivismo y el positivismo lógico.

Pedro Leonardo Caldera Vaca
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