Epicureísmo
El epicureísmo es una escuela o sistema filosófico helenístico basado en las enseñanzas del antiguo filósofo griego Epicuro. Se fundó en torno al año 307 a.C., y tenía su sede en la casa y el jardín de Epicuro (la escuela se llamaba a menudo «El Jardín»). Epicuro era un materialista, que seguía los pasos de Demócrito y la escuela del atomismo.
En la ética, el epicureísmo enseña que la felicidad (o el mayor bien) consiste en buscar placeres modestos para alcanzar un estado de tranquilidad, de ausencia de miedo y de dolor corporal. Este estado de tranquilidad puede obtenerse mediante el conocimiento del funcionamiento del mundo, llevando una vida sencilla y moderada y limitando los deseos (para más detalles, véase la sección sobre la doctrina del epicureísmo).
En la metafísica, el epicureísmo subraya la neutralidad de los dioses y su no injerencia en la vida de los hombres. A pesar de algunas tendencias hacia el ateísmo, en realidad no niega la existencia de los dioses, a los que concibe como seres dichosos e inmortales, aunque materiales, formados por átomos y que habitan los espacios vacíos entre los mundos en la inmensidad del espacio infinito.
El epicureísmo fue concebido originalmente por Epicuro como un desafío al platonismo, aunque podría decirse que Demócrito había propuesto una filosofía muy similar casi un siglo antes. Se basó en el hedonismo de Aristipo (c. 435 – 360 a.C.) y de los cirenaicos, diferenciándose de este movimiento principalmente en su creencia de que uno debe aplazar la gratificación inmediata en aras de la ganancia a largo plazo, y que la gratificación corporal no es necesariamente preferible a los placeres mentales. Más tarde, se convirtió (junto con el estoicismo y el escepticismo) en una de las tres escuelas dominantes de la filosofía helenística, que perduró con fuerza durante el último Imperio Romano.
Durante la vida de Epicuro, entre sus miembros se encontraban Hermarco (que sucedió a Epicuro al frente de su escuela hacia el 270 a.C.), Idomeneo (310 – 270 a.C.), Colotes (siglo III a.C.), Polieno (c. 340 – 278 a.C.) y Metrodoro (331 – 277 a.C.), la mayoría de ellos procedentes de la ciudad griega de Lampsaco, donde Epicuro impartió su escuela antes de trasladarse a Atenas.
Lucrecio (99 – 55 a.C.) fue el mayor defensor romano de la escuela y compuso un poema épico, «De Rerum Natura» («Sobre la naturaleza de las cosas»), sobre la filosofía epicúrea de la naturaleza. El poeta Horacio (65 – 8 a.C.) y Julio César (100 – 44 a.C.) se inclinaron considerablemente hacia el epicureísmo.
Tras la aprobación oficial del cristianismo por parte del emperador romano Constantino (272 – 337) en el año 313 d.C., el epicureísmo fue reprimido por ser esencialmente irreconciliable con las enseñanzas cristianas, y la escuela soportó un largo periodo de oscuridad y decadencia.
En tiempos más modernos, el filósofo y sacerdote francés Pierre Gassendi (1592 – 1655) se consideraba epicúreo (e intentó revivir la doctrina), al igual que Thomas Jefferson (1743 – 1826) y el utilitarista Jeremy Bentham (1748 – 1832).
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